El póker es un juego fascinante que ha ido tomando gran relevancia, especialmente, a raíz del surgimiento del póker on line.
Hoy en día no tienes que ir a un costoso casino en Las Vegas, Mónaco o alguna de las grandes capitales para tener una buena sesión de póker. Sencillamente, accedes a una plataforma on line y puedes llegar a jugar con magníficos jugadores de cualquier parte del mundo.
Estas plataformas, incluso, disponen de simuladores que te permiten ir adquiriendo habilidad en el juego, dominando su técnica.
En algunos casos, puedes jugar con apuestas ficticias o adentrarte en el emocionante mundo de la apuesta con dinero real. Es un juego de cartas que se reparten de forma aleatoria.
En este sentido, al póker se le califica de juego de azar, y, decir esto, para algunos significa que es un juego donde la suerte juega un determinado papel.
Sin embargo, como a todo juego, al póker lo rigen una serie de procedimientos, técnicas y reglas. Así que también la habilidad juega su papel.
De ahí que surja la duda de si en el póker lo determinante es meramente la suerte del jugador o la técnica que este domina. Repasemos los elementos generales del juego de póker para aclarar dicha duda.
Elementos del póker
Lo primero es señalar que el póker, más que un juego, es una familia de juegos, ya que hay diversas variantes. De tal forma que existe el póker abierto, el cerrado, el de cartas compartidas y el póker surtido.
Sin embargo, lo característico del juego es que cuantas con un mazo de 52 cartas, distribuidas en grupos de 13 en cuatro palos: diamantes, espadas, tréboles y corazones. Cada mazo cuenta con 9 cartas numeradas del 2 al 10, luego el As, la carta de mayor valor, y entre las numeradas y el As, están el Jack, la Reina y el Rey (fuente: DigitalMarketingTrends).
De este mazo, se distribuyen cartas aleatoriamente a los jugadores, es decir, al azar, según las reglas y la variante de póker que se esté jugando.
Lo común a todas las variantes es que se trata de un juego en el que se hacen apuestas en función de cuál es la mejor mano según las reglas.
Ten en cuenta, entonces, que hay no menos de 1.326 combinaciones posibles de cartas en una mano de póker. Aquí entra en juego el azar.
La suerte en el póker
Abordemos entonces lo relativo a la suerte y el azar, señalando, de entrada, que no son la misma cosa.
El azar se refiere al juego de las probabilidades de ocurrencia de un fenómeno. Lo que implica que las causas de su ocurrencia son complejas y difíciles de determinar. Por lo tanto, el azar es universal.
Mientras que lo que llamamos suerte, es un fenómeno subjetivo, individual, es decir, propio de cada persona. Es una percepción determinada por una serie de eventos azarosos.
Dicho esto, ¿Dónde entra el azar en el póquer?, sencillamente, en el hecho de que las cartas se reparten aleatoriamente. En un juego no marcado o trucado, nadie puede saber qué cartas le tocan.
Entonces, ¿Dónde entra la suerte?, pues, no es más que la combinación de una mala mano y una mala técnica de juego, repetidas en el tiempo. Esto determina que pierdas consecutivamente y llegas a la conclusión de que tienes una mala racha, mala suerte.
La habilidad en el póker
Es aquí donde entra la habilidad. Si te enfrentas a una partida de póker sin saber más que lo básico, sin dominio de la técnica, no hay suerte que valga.
El póker es llamado un juego mental, debido a que lograr ganar en el mismo amerita el dominio de al menos dos habilidades centrales: psicología y estadística.
La psicología en el juego
Para ganar en el póker es fundamental saber leer a tus oponentes, al tiempo que impides que te lean a ti. De esto vienen frases como: “Tener cara de póker”, es decir, un rostro inexpresivo.
Así como también existen técnicas específicas para engañar al contrario, el llamado faroleo o bluf.
Por ejemplo, puedes montar un farol apostando mucho dinero, aun no teniendo una buena mano, para provocar la suspicacia del contrario y que este se retire.
De igual forma, existe el farol inverso, en el que apuestas poco, teniendo un buen juego, para confundir a tus adversarios.
La estadística en el póker
La parte de la técnica más complicada es el manejo de las probabilidades. Los buenos jugadores de póker deben saber calcular el conjunto de probabilidades a partir de la información parcial a que tienen acceso.
Para ello deben desarrollar una gran concentración y atención en el juego, ya que deben llevar la cuenta de las cartas que salen y determinar la probabilidad de obtener una carta que mejore su juego.
Si su análisis le indica que sus probabilidades son bajas, puede optar por retirarse. Ten en cuenta que un buen jugador de póker termina retirándose de un alto porcentaje de las jugadas.
Para que tengas una idea, en la modalidad de Texas Hold´em, la probabilidad de ganar si te toca una mano de dos ases, es decir, AA, es del 85% si solo enfrentas a un contrincante.
Mientras que si en la mesa hay 10 jugadores, tu probabilidad se reduce a 32%. En tanto que con una mano que contenga un As y un 8, con 4 jugadores en mesa, la probabilidad ronda 32%.
El hecho es que cada jugador cuenta sus outs, es decir, las cartas que restan por verse y que pudiesen mejorar su mano si le salen. A partir de allí estima la probabilidad y decide su estrategia.
En fin, se trata de un juego complejo, donde la matemática, la estadística de probabilidades y el pensamiento estratégico, juegan un papel importante.
De hecho, existen programas informáticos con algoritmos que te permiten calcular el conjunto de probabilidades involucradas, así como tablas de probabilidades.
Claro está que no en todos los juegos de póker se permite el uso de estos auxilios técnicos, y con seguridad, están negados en los torneos.
En definitiva, ¿prima la suerte o la habilidad?
Como te habrás percatado, lo que llamamos suerte tiene poco que ver en un juego profesional de póker.
Sin duda, hay un componente de azar, como todo proceso basado en probabilidades, específicamente en la secuencia aleatoria en que salen las cartas.
Sin embargo, lo determinante es lo refinado de la técnica del jugador, su autocontrol, su conocimiento de la psicología del otro y la propia, así como el dominio del cálculo de probabilidades.